Cada k.z. crea depósitos de carbón y escamas en el área de contacto. La resistencia de contacto de dicho contacto aumenta notablemente y la máquina no podrá funcionar incluso con las corrientes nominales: el contacto se calentará y, en el mejor de los casos, funcionará la liberación térmica y, en el peor de los casos, puede derretir la carcasa e incluso encenderlo